Sobre explotación de recursos y otros artificios

Conocí el romance de Martín y Pascualeta cuando contaba 11 años. Animado por una honda impresión, lo copié en un cuadernillo escolar con una esmerada caligrafía y lo memoricé en su totalidad.

Más allá de su forma y su temática estadillanas, “Relacións al natural”, que es como más adelante supe que se titulaba, este poema respira frescura y amor al entorno. Pero, por encima de todo, encierra la verdad de las cosas auténticas.

Lo mismo que se puede hurgar en una foto, entresacando detalles que en su día nos pasaron desapercibidos, gracias a lo fideligno de la impresión fotográfica, he podido descubrir en él alguna verdad que Cleto Torrodellas deja traslucir, conscientemente o no en este sincero alegato.

Una de esas verdades es la de que no existe la disyuntiva entre nosotros y la Naturaleza, por la sencilla razón de que somos parte integrante de la misma. No podemos separar nuestra función respiratoria de la fotosintética de las plantas, como no podemos separar nuestra función renal de la circulatoria. Nuestro propio cuerpo, piel, mucosas, aparato digestivo, no pueden funcionar correctamente sin las bacterias que las protegen de patógenas oportunistas o nos permiten sacar partido de unos compuestos orgánicos que, por otro lado, tan sólo el reino vegetal es capaz de producir.

Un ser humano sano, individualmente considerado, ni siquiera es una especie pues carece de capacidad reproductora. Esa querencia a la media naranja, constituye de entrada una de nuestras pulsiones o pasiones fundamentales; condición para la plenitud a que apela Cleto en su romance.

La persona individual es, en sí misma, un ecosistema en equilibrio interno y externo, con los seres vivos y sustancias que pueblan su interior y con los que le rodean. Podemos afirmar que la naturaleza es nuestra prolongación o bien que formamos parte de ella. Somos uno, para bien o para mal, en nuestra suerte o desgracia, como acierta a cantar ese gran poeta estadillano al describir la desolación de Pascualeta ante la ausencia de Martín:

* Ya no quiere pan la negra

los crabitos ya no saltan

ni fan oló los espígols

ni verdean las carrascas.

Ni siento cantá el mochuelo

Que canta en aquella llastra

Ni fan sombra los caixigos

Ni ´svolascrean las garzas.

Llevan luto los tozals

Las guellas, todas paradas,

No quieren comé billotas

Las deben de trobá amargas.

A más si l´han comprendiú

Que le pasa algo a Pascuala…

No comen como otros días

Y hasta velan con más alma.

La relación entre las dos partes complementarias de esa especie conocida como homo sapiens, y de la misma con su entorno, llena lo más granado de la lírica de todos los tiempos. Desde el canto a la descansada vida de Horacio a los poetas actuales, pasando por la soledad amena y sonetos galantes de Garcilaso, la literatura se ha hecho eco de lo que realmente concierne al ser humano, evocando sentimientos tan entrañables como los que tan acertadamente nos muestra el poeta estadillano.

Pero no acaba aquí su intuición genial. Aún puede vislumbrarse otra verdad en esa deliciosa obra literaria, y es la de que, fuera de esa armonía y equilibrio que describe magistralmente, existe un mundo de desconcierto y desequilibrio. La infelicidad lleva al ser humano a inventarse necesidades y es a ese artificio de la civilización que nos muestra como la vida en la ciudad, al que acierta a llamar maldad.

¿Qué se´n da a yo que algunos

Vivan en llugás ben grans

Y que vivan al regalo

Si to e una pura maldá?…

Con estos dos pastores

Ejemplo podez tomá

Viviz como viven els

Que e una vida de verdá.

Debo confesar que, a aquel niño de 11 años, estos últimos versos le produjeron una cierta congoja ante la perspectiva de una vida espartana, en colisión con sus aspiraciones infantiles. Muchos años después, contemplando aquel dilema desde la larga estela de la experiencia o la vivencia, he conseguido resolver el conflicto. El camino de identificación y armonía con el entorno, que nos mostró Cleto, nos atrapa en el ciclo de la vida, conduciéndonos a la vejez y la muerte sin más objeto que el de su incesante renovación. El otro, como es cada vez más palpable, lleva a la rotura de ese círculo vicioso y la destrucción de la biosfera y por ende de la propia vida humana, en otras palabras, a la absoluta nada.

MIGUEL ÁNGEL BALLARÍN


7 respuesta a «Sobre explotación de recursos y otros artificios»

  • Xavier Bayle

    Muy acertado, los postulados de la ecología profunda sustratados en la lírica. Pero te van a decir como a mi, que si vivo debajo de un puente… Necedadas de necios. Ladran, Sancho, luego cabalgamos.

  • Rosa S.

    Muchos de los que conocen el poema no han sabido entenderlo. Espero que con tu fantástico análisis del texto, los paisanos del autor se den cuenta de la importancia que tiene conservar este paisaje serrano.

  • indignado

    Que bueno «Maikel», deberías dar clases en la Escuela de Adultos de Estadilla, para algún que otro directivo de la Sociedad Buñero o al mismo Alcalde.

    Quizá así cambiaría un poco el panorama del pueblo.

  • Maturro

    Bravo Miguel. Bravo, bravo

  • Francho Chardiz

    Conmueve el tuyo análisis. Comparas la candidez de la niñez con la visión del adulto de un poema del Siño Cleto, que ya en sí é maravilloso. El resultau lo trovo magnífico. Enhora güena y gracias p’el raté tan exquisito que m’has feito pasá leenlo.

  • elena

    ¡Qué ben traiu este romance, Miguel! ¡Enhorabuena per el artículo!

  • Elena del Valle García

    Excelentes y profundas reflexiones a partir del simpático romance «Relacions al natural». Me he sentido feliz con tan inesperado hallazgo. Soy una enamorada del habla ribagorzana y me encantaría poder leer el mencionado romance, desde el principio hasta el final. ¿Hay alguna posibilidad de conseguirlo?. ¿A quién dirigirme?

    Gracias anticipadas, mi enhorabuena por tan exquisitas letras y un atento saludo.

    Elena

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